El verano parecía no llegar jamás y el viento, el hielo , la escarcha y la nieve anidaban por todos los rincones como jamás lo habían hecho. Poco a poco, todos los habitantes se fueron marchando, e incluso terminó emigrando la corte personal de la reina Minna. Pero ella, orgullosa como era, no quiso abandonar el palacio y se quedó tiritando por culpa del frío y de la humedad, sin querer reconocer que sólo ella tenía la culpa del eterno invierno que había conquistado su reino.
Cierto día despertó sintiendo como nunca su terrible soledad y no pudo evitar echarse a llorar. Entonces ocurrió algo increible: por cada lágrima que la reina derramaba, entraba un rayo de sol, hasta que la nieve y el hielo se derritieron y volvió el verano. Con el buen tiempo también regresó el príncipe despreciado, pero esta vez Minna había comprendido que el amor y la emoción podían crear un reino cálido y soleado.
Cuento popular escandinavo